miércoles, 30 de diciembre de 2015

De lo que me dejó el 2015

Los dos años que acaban de pasar son quizá los más difíciles que me han tocado vivir hasta ahora. En estos 24 meses he perdido tanto de manera física como simbólica mucha  gente que amé y cuya partida me dejó al borde del abismo, también me pasó lo mismo con algunas creencias que tenía y hasta con las cosas físicas, vaya, incluso hasta un ladrón se metió a mi apartamento y me robó el portátil mientras dormía para demostrarme que no hay que dar nada en la vida por sentado.

He pensado profundamente en el significado de todo esto. Siempre he creído en el destino, así seamos nosotros mismos quienes  lo construyamos, y estoy convencido que las cosas pasan por algún motivo. Creo que lo que la vida intenta enseñarme de manera desesperada una y otra vez es que debo aprender a desapegarme de personas, posesiones físicas e ideales.

Nunca he creído mucho en las filosofías orientales que predican esta doctrina. Opino que lo que nos hace humanos son los apegos, el aprovechar los placeres simples, un monje tibetano nunca va a disfrutar de un buen vino, un abrazo, un suculento trozo de carne o un buen polvo porque para ellos esto es simplemente el tránsito hacia el nirvana o la reencarnación. Por el contrario, yo creo que son los momentos que experimentamos aquí y ahora, un beso, un abrazo, contemplar un cielo estrellado o un amanecer con quien nos enloquece los que hacen que la vida valga la pena.

Sin embargo es posible que me haya ido al otro extremo y haya confiado demasiado en personas, objetos e ideas que a la larga no valían tanto la pena. Olvidé por un momento que la vida no es otra cosa que una sucesión de saludos y despedidas continúas e ininterrumpidas hasta nuestra muerte. Las personas entran y salen de nuestra existencia como en una obra de teatro a veces de manera tan efímera que nos sorprende lo breve de su presencia pero el rol tan importante que desempeñaron en ella.

Este año aprendí a desconfiar de las palabras. Las escritas sólo sirven para llenar un papel en blanco y las que son dichas se las lleva el viento. Son nuestras acciones las que nos definen. Son las personas que más nos dicen que nos aman y que somos importantes para ellas, las primeras que nos lastiman y rompen con la sevicia de un verdugo. Muchos cacarean que se quedarán a nuestro lado pero al final se terminan yendo en medio de excusas tibias.

Pero, para nuestra fortuna, estarán los de siempre. Los que no se vanaglorian tanto, los que hablan con las acciones y quienes nunca nos abandonarían, ni siquiera cuando el viento esté en nuestra contra y hayamos descendido hasta los infiernos. Son esas personas, ese puñado, quienes valen la pena y quienes nos empujan a seguir luchando día tras día.

 A quienes se fueron, a quienes me traicionaron y me hirieron con rabia con odio o con las mejores intenciones, en cierto sentido les agradezco. Las lecciones de vida que me han enseñado no serán olvidad y no está acabado quien lucha una y otra vez. Siempre me he considerado como el toro, que embiste con gallardía, fiereza y nobleza una y otra vez hasta lograr su cometido o ser derrotado en el combate y no será diferente con la vida misma donde dejaré la sangre en el ruedo y triunfaré o fracasaré pero creo que ya se está acabando el tiempo para las medias tintas.

Para las personas que han seguido a mi lado a pesar de las adversidades. No hay necesidad de nombrarlas porque ellas saben quiénes son…para ustedes mis queridos amigos, amigas y familiares, mi gratitud eterna e infinita, gracias por acompañarme en la senda y espero ser de tanto apoyo para ustedes como lo son conmigo. Mi alma les pertenece.


Les deseo el mejor 2016 para todos. 




lunes, 28 de diciembre de 2015

Breve manual de regalos navideños gatunos

Por: El Gato Bandido

¡Ah, la navidad! Época hermosa de renos y nieve en el trópico, de comer como cerdos salvajes, de trancones infinitos, de luces hasta en el baño, de pesebres donde se asoman de manera indecente Batman, un Power Ranger o un Tiranosaurio Rex al lado de una oveja de Belén y donde fluyen litros y litros de aguardiente que harían sonrojar al río Cauca.
¡Ah, la navidad! El momento donde demostramos cuánto queremos a nuestro prójimo y donde guachimanes, taxistas, lecheros y senadores muestran la más grande de las sonrisas porque esperan que el aguinaldo sea directamente proporcional al servicio que dan. Es en esta época donde uno empieza a quebrarse la cabeza buscando el regalo ideal para los más queridos y donde recordamos que muchos de los que nos han dado se reducen a un par de medias y un almanaque Bristol del año que se viene.

¿Qué regalar en estas fechas? Esa es una de las preguntas que junto a qué quieren las mujeres y porque siguen eligiendo a los mismos corruptos periodo tras periodo se han hecho los filósofos desde tiempos inmemoriales, pero no desesperen porque este diario gatuno tiene las mejores ideas para quedar como un príncipe en estas fechas (Advertimos eso sí, que nos lavamos las manos en caso de que los deshereden del testamento familiar o que la pareja los mande  dormir en el sofá después de cortarle los servicios de manera indefinida)

Para el amigo hincha del América: Un volquetada repleta de kleenex doble hoja, extra seco. Viendo el paupérrimo y lamentable desempeño de ‘La Mechita’  estamos convencidos que son muchas las lágrimas que Los Diablos Rojos aún le depara a su sufrida grey.

Para la pareja: “La Fogata sin tiempo” el poemario del senador, médico, intelectual, escritor y vate Roy Barreras.  ¿Qué mejor para el amor que los poemas que incluso Pablo Neruda envidiaría? Los versos de este libro son tan temibles  que después de haber leído el primero de ellos (si es que ella tienen la osadía de terminarlo) que la amada decidirá cerrar el libro para no abrirlo jamás y decidirá pasar el tiempo haciendo algo mucho más divertido y provechoso en pareja.
Bonus: Si alguna vez pelea con la pareja podrá hacer uso del libro y leerlo en voz alta para torturarla.


Para el hijo universitario: Los 20 tomos de la enciclopedia británica. Sabemos que las esperas en el MIO pueden ser eternas, y que dada la inseguridad, y los vendedores de maní, mango, chontaduro y cantantes de rap conciencia social, no es aconsejable sacar el celular, creemos que es una buena idea ocupar el tiempo en algo productivo. Afortunadamente sabemos que un ladrón jamás robaría un libro por lo que el beneficio es mutuo, el pelao no sólo ocupará su mente sino que se convertirá en un cúmulo de conocimiento y saber.

Para la abuelita hipocondríaca: El plan de EPS que tiene el vice Germán Vargas Lloras. No más filas, no más esperas de treinta días para una cita. Si averiguan y regalan cuál es el plan de salud de nuestro amado Vice podrán lograr que siete especialistas atiendan a la pobre viejecita ipso facto y le den quince días de descanso. Esperemos que para ese entonces la adorable ancianita siga viva.

Para el tío (que nunca falta) Furibista: Un libro con las recopilaciones de todos los tweets del hombre de la Mano dura y el corazón grande. Acá un regalo manual, les recomendamos reunir e imprimir todos los tweets que Alvarito ha publicado en su cuenta, imprimirlos y regalarlos. Sabemos que quizá en la impresión se le vaya más de la mitad del sueldo pero le garantizamos que el homenajeado será feliz con este regalo y que lo dejará en paz mientras lee su regalo que puede ser poco más de la mitad del año. Como ven un regalo donde todos ganan. 


Artículo aparecido en El Gato, el mejor periódico de humor del mundo y sus contornos.



miércoles, 23 de diciembre de 2015

Demasiada navidad

 Me despierta el estruendo. No sabría decir cuántas horas llevo dormido encima de la barra. Es noche de navidad  y tengo un sombrero ridículo en la cabeza, corrijo es noche de navidad, tengo un sombrero ridículo en la cabeza, estoy ligeramente embriagado y tengo el corazón roto en mil pedazos.

Levanto la vista, no hay nadie en el bar a excepción del mesero  que me observa con preocupación. Miro la botella de vino de la que estoy agarrado como un náufrago a una tabla o un bebé a una teta. Está vacía.

-Otra botella, por favor –digo mientras el otro me mira con un leve reproche pero alza los hombros y la trae­-. Bueno, pero que esto no parezca un funeral, ¿brindarías conmigo?

El hombre vuelve a alzar los hombros y trae dos copas.

-¿Por qué brindamos? No por las que se van, ni por las que vienen, ya habrá tiempo de pensar en ellas –detallo su rostro y comprendo finalmente a quién se parece- Oye, hoy es navidad y celebramos tu nacimiento, ¿no?

-Muchas gracias, señor  –responde el mesero, siguiéndome la corriente-.

-A tú salud, entonces…

Me dispongo a tomar la copa cuando la campanilla de la entrada suena. Un anciano gordo, barbado, sucio y sudando como un animal entra en el bar, lo acompañan una banda de siete enanos.

-¿Dónde está el cumpleañero? –grita el viejo acercándose al mesero, abrazándolo- Oye, antes de celebrar sírveme lo de siempre….

-¿Malta para los renos también? –responde el mesero.

-Desde luego, desde luego –se ríe el viejo con una especie de ho ho ho que me recuerda a un fuelle o algo parecido.

El mesero carga un galón de una bebida oscura pero antes de salir deja en la mesa del extraño grupo una botella de whiskey.  El viejo y los enanos empiezan a tomar, los chiquitines toman como cosacos pero no hablan mientras el panzón ríe y grita más de lo que toma.

-Oye tú, hijo –me llama- ¿quieres sentarte con nosotros a tomar una bebida de verdad?

En casa me enseñaron que es de mala educación despreciar una invitación y más si se trata de licor, así que me levanto y me dirijo hacia el extraño grupo.

-Muy bien, muy bien –me dice el viejete mientras corre a uno de los enanos- siéntate acá…mi nombre es Nicolás y estos son Alvi, Gabi, Cruci, Boni, Crici, Ani y Keli.

El trago es realmente bueno y me pierdo en su parloteo y los gruñidos sin sentidos de estos Oompa Loompas versión descontinuada. Habla del frío que hace en el polo norte, en el cuidado de los renos, la producción de regalos y lo mal que va el negocio y en los niños…pequeños tiranos chillones y mocosos, sino fuera porque estaba obligado a hacer lo que hace, dice mientras sorbe otra copa de whiskey, hace rato habría degollado a más de uno, y es que carajo jo jo, a veces creo que Herodes era un santo. Al rato no sé quién está más ebrio, si el rubicundo anciano, su recua de enanos o este servidor. Va a agregar algo más cuando la puerta se abre nuevamente.

Los recién llegados son un par de árabes y un negro. Están regiamente vestidos y su presencia es imponente aunque un poco soberbia. Dos llevan cofre en sus manos y el tercero una cadena que al final lleva incienso.

-¿Es aquí donde se celebra el cumpleaños? –pregunta el que parece ser el líder de ellos sin ocultar su cara de desagrado por el sitio.

-Debe serlo –replica el negro-. La estrella no miente.

-A darle por culo a la estrella –replica el tercero con acento español fuertemente marcado-. Hemos seguido la jodida estrella por Estambul, Cafarnaúm y casi nos linchan en Jerusalén. De acá no me muevo. Oye tú, muchacho –dice mientras me señala, tráenos un poco de sangría.

A estas alturas de borrachera no pienso desobedecer y no sólo encuentro una jarra de sangría detrás de la barra sino otra botella de whiskey que llevo a mi  grupo.

El viejo sigue tomando pero ya no se ríe y no deja de mirar a la mesa de los árabes. Finalmente no se contiene….

-¿No deberían estar buscando el camino hacia España? Para no llegar tarde, en el puto mes de enero como siempre.

-Vaya, vaya, nos habla la valla andante de Coca Cola –replica uno de los árabes-. ¿No deberías estar sentando niños en tu regazo?

-Siempre he tenido una duda –responde el viejo panzón ignorando el comentario anterior- ¿Cómo es que se llama el negro? Nunca he aprendido a saber quién es quién.

-¡Es afro! –dice el negro agitando la cadena del incienso y luego lanzándosela al decrépito e impactando en la cabeza de uno de los pequeñajos con cara de viejo.

Y allí se arma Troya. Los gnomos, el viejo se abalanzan sobre los extranjeros. Puño va, puño viene y yo observando toda la situación sin meterme con nadie hasta que uno de los duendes en medio de una jeringoza incomprensible se aferra mi pierna cual perro en celo y me muerde, yo no hago otra cosa que sacudirme y lanzar a este Critter de los infiernos contra una mesa.  Ciego de ira y de alcohol me abalanzo sobre la turba y golpeo, muerdo y aruño sin importar a quien.

De repente, se abre nuevamente la puerta.

Cinco árabes más, de aspecto humilde y cargando ovejas entran. Perfecto, no me sorprendería que en  cualquier momento entrará el FBI y nos arrestará a todos pensando que es la convención anual del Al Qaeda.

-Salaam – dice uno de ellos- es aquí la reunión para el cumpleaños de….

No dejan terminar al pobre Moro porque una botella arrojada por quién sabe quién  le impacta en la cabeza.

-¡Maktub! –grita uno de sus acompañantes y con sus acompañantes arremeten contra la turba.

El zafarrancho es impresionante, recibo puños, patadas de duendes, viejos, árabes y negros, una oveja me muerde y yo la pateo. Doy tantos golpes como recibo, y el lugar es un desastre, hay vidrios, mesas y sillas rotas, el alcohol se riega con tanta prodigalidad como la sangre pero nadie ceja en su furia. De repente se escucha un grito superior al jaleo.

-¿Qué carajos está pasando aquí? –exclama el mesero quien vuelve acompañado de un par de renos.

Todos se detienen y se empiezan a mirar apenados.

-Lo que dije era amaos los unos a los otros, no ‘cascaos’. Amaos, carajo, amaos.

-Empezó Nicolás –dice el negro mientras apuntaba al viejo.

-¡Me importan dos peces y panes quién empezó! –sigue gritando el mesero- Me hacen el favor y se disculpan todos y celebramos el jodido cumpleaños de una vez.

Todos se levantan y empiezan a darse la mano y abrazarse. Un par de enanos se abrazan amistosamente a mis piernas, uno de los árabes elegantes me abrazan sacándome el aire, una oveja me lame la cara  y el viejo me dice “este año has sido un buen muchacho, para el próximo te regalaré una mujer que no joda”, “No prometas imposibles”, le respondo mientras lo abrazo.

-Mucho mejor –dice el mesero- Ahora acomódense todos juntos que voy a tomar una selfie del grupo.

Nuestros cuerpos han visto días mejores. Entre nosotros hay varias narices, costillas, cabezas y huesos rotos lo cual no impide que sonriamos para la foto.

-Muy bien –dice riendo el cumpleañero- digan todos ¡FELIZ NAVIDAD!



miércoles, 16 de diciembre de 2015

Libros leídos 2015- Virus de Alvaro Vanegas


Título original: Virus
Editorial 531
280 páginas

Sinopsis: El apocalipsis estalla. En todas partes la gente se comporta de manera muy extraña y se atacan unos a otros sin motivo aparente. La muerte parece estar acechando en cada esquina, las comunicaciones colapsan, desplazarse se hace casi imposible y sobre la humanidad entera se cierne la bruma de la fatalidad, la posibilidad real de que el mundo, tal y como lo conocemos, llegue a su fin.

Iván, un exitoso banquero; Camilo, un ladrón de supermercados; Martina, una adolescente huérfana que acaba de dar su primer beso; y Azul, un perro callejero que no conoce el miedo, se unen en la búsqueda de Ximena, la esposa de Iván, quien tiene varias sorpresas aguardando, entre estas, que podría ser la clave para detener el caos reinante.

Los zombies son sin duda uno de los monstruos favoritos de todos los tiempos. Nadie imaginó nunca que esta historia de la mitología haitiana cogería tal fuerza que se convertiría en un referente actual de la temática del horror. Ahora es normal ver películas, series, libros y comics protagonizados por los no muertos o caminantes.

La temática zombie ha sido poco tratada en la literatura colombiana con algunas excepciones como la novela corta Muérdeme suavemente de Fernando Gómez y Ellas se están comiendo al gato de Miguel Ángel Manrique que si bien abordan este tema no lo hacen con la profundidad y fuerza de Alvaro (sí, el nombre es sin tilde) Vanegas, en la que es para mí la mejor historia de zombies que se ha escrito hasta el momento en Colombia.

Pero vamos desde el principio. Si algo caracteriza las historias de zombies, más allá de los muertos que se levantan de las tumbas y están sedientos de sangres y vísceras son los pobres desafortunados que tienen la desgracia de sobrevivir. En este relato los personajes están muy bien estructurados con los que el lector puede verse fácilmente identificado.

Por un lado tenemos a Iván, el protagonista, un hombre normal sin nada que lo distinga por encima de los demás quien busca en medio del fin del mundo a su esposa Ximena, la cual detrás de una aparente dulzura esconde un poco de sadismo fácilmente palpable con la aparición de las criaturas. A su lado están  Azul, un fiel perro callejero, Camilo, un cínico ladrón de supermercados y Martina una adolescente traumada.

A pesar de que los personajes son pocos están tan bien construidos que son suficientes. Una de las cosas que más me gustaron de esta historia es que el autor no juzga ninguno de los actos de sus protagonistas como ocurre con otros escritores, simplemente los deja hacer, mostrándonos en ocasiones por medio de flashbacks la razón de sus acciones.

Junto a ellos la gran protagonista de esta historia es la ciudad. A pesar que el autor no quiso situar la acción en Bogotá, en cada una de sus páginas se respira el aire de, si no la capital, por lo menos una ciudad colombiana. La urbe deja de ser el refugio de todos para convertirse en la tierra de nadie, repleta no sólo de monstruos sedientos de carne sino de lunáticos, asesinos, sombras y trampas a la vuelta de la esquina.

Pero hablemos de los monstruos que supongo es lo que más le interesa a más de un lector. Virus adopta la figura del zombie rápido y fuerte adoptada por películas como 28 días después y que van en contra de lo que había planteado George Romero en sus primeros filmes. No podría decir que esto es bueno o malo, simplemente es algo diferente.

Lo que sí debo alabar de este libro son los sutiles cambios que da al zombie corriente como que muchas personas se infectan a través del aire (“¿Qué huele tan raro?” son sus últimas palabras), que las bestias conserven un dejo humano o que su punto débil no sea el cerebro sino el corazón.

A pesar de que se trata de un relato zombie, la historia no cae en los lugares comunes del gore. Cuando es necesario mostrar sangre lo hace sin escatimar en descripciones, pero evitando lo vulgar y lo sangriento por sí, cosa que beneficia enormemente al desarrollo de la historia.

Ahora bien, el ritmo de la historia es maravilloso. Rápido, vertiginoso, sin contemplaciones, con un ritmo ágil y fácilmente digerible, pero a la vez cuidado, cuando se debe matar a un personaje –así sea importante dentro de la trama-  lo hace rápido, sin compasión, al igual que como ocurriría en un apocalipsis zombie, o en una guerra, o en la vida misma.

Alvaro Vanegas, se confiesa como un amante de las letras del Maestro del Terror, Stephen King, muchas de sus historias están imbuidas de su espíritu. Sin embargo, a lo largo de su proceso he podido observar que ha ido desarrollando un estilo propio, depurado, y ha sabido adaptar a su entorno sus propias pesadillas. Les recomiendo a ojo cerrado este libro y quedo a la espera de nuevas letras de este autor.


El autor con una de sus lectoras.

viernes, 30 de octubre de 2015

Sangre seca en la pared


Vivimos en el sótano. Papá, mamá, Joel, Santiago, Laura, Daniela y yo. Los días pasan lentos y a medida que crezco se tornan más aburridos. El encierro puede volverte loco cuando estás con personas a las que ves todo el tiempo y a quienes  a veces quisieras rebanarles el cuello.

La casa nos mira. Cada uno de sus rincones, las esquinas roídas, la suciedad y decadencia que se extienden como una capa fina de oxígeno para respirar, el desorden que a nadie le importa recoger,  la sangre seca que se pega rebelde en las pared y se rehúsa a salir por más agua y jabón que se le eche como un recordatorio permanente de nuestros pecados.

Por lo general me hago en un rincón. El que está al lado de la ventana donde se ve de manera pequeña, casi diminuta el exterior. No es mucho lo que hay allí, apenas la nieve eterna que cae desde que nací, copos y más copos de mierda blanca que cae en pequeños filamentos, lo  cual no impide que me pregunte que se sentiría estar afuera, jugar con las pequeña gotas de nieve que caen del cielo, sentir el aire fresco y dejar de ver por lo menos un instante esa sangre que está en la pared y que no dejo de ver de manera compulsiva.

Joel,  el hermano mayor, velaba por nosotros mientras mamá alimentaba a Daniela y papá iba de cacería. Le gustaba observarme de manera extraña cuando nadie veía y se acercaba a mí generándome una ansiedad por salir del sótano y la casa y romper el reglamento. A veces metía su mano por dentro de mi falda y me pellizcaba el interior dándome ganas de llorar pero siendo incapaz de hacerlo.

-“Si dices algo te mataré a como a un cerdo” –decía Joel mientras me observaba con los ojos más hermosos que hubiera visto jamás-

Yo sólo lo observó con las lágrimas a punto de aflorar mientrasme pellizcaba adentro de la falda y por encima de mi blusa. Podía sentir como él no experimentaba placer, ni curiosidad en sus torturas, simplemente el aburrimiento del encierro, la monotonía que hace que Santiago tenga la piel en carne viva de tanto golpear con los puños las paredes  dejando su huella sanguinolenta en ellas, o que mamá se arranque el pelo y esté prácticamente calva y ojerosa como un cadáver en vida o que yo coma tierra y observe la pequeña ventana donde los copos de nieve caen uno tras otro en un invierno que no habrá de terminar jamás.

En una ocasión mamá descubrió a Joel mientras me pellizcaba. Tomó un cuchillo y lo hirió en el hombro, muy levemente,  un escarmiento que  sanaría en un par de días. La sangre manó del hombro como un toro después de la pica y mamá intentó acercarse para la curación pero él la rechazó con odio y con desdén, “Me voy”, anunció con rabia, “Sabes que no puedes hacerlo” replicó ella, “No me importa, no creo en Padre ni en sus leyes”. Soltó las vendas, las gasas y la pomada y se arrodilló agarrando sus pies e intentando detenerlo. “Suéltame, ya no creo en ti ni en las patrañas de Padre, quiero ser libre, ¡libre!”, la aparto de una patada, se precipitó al piso superior y a la puerta que abrió de un portazo. Mamá lloraba en el suelo y mis otros hermanos la observaban en silencio, inexpresivos, casi muertos mientras que yo observaba desde mi pequeña ventana a Joel correr como un desaforado sintiendo por primera vez los rayos de sol y los copos de nieve caer.

Muy pronto su rostro exacerbado y emocionado se convirtió en una mueca de terror y empezó a gritar como si un dolor extremo se colara por cada rincón de su humanidad. Cayó de rodillas y la piel empezó a caérsele a jirones del cuerpo. Los gritos seguían elevándose hasta el cielo sordo ante sus clamores  mientras mamá intentaba confundirlos con sus gritos de hembra impotente  ante la agonía de su primogénito. Aun así,  fue incapaz de asomarse y verlo morir, el resto de mis hermanos parecían una manada de cachorrillos desorientados incapaces de otra cosa que rodearla mientras yo veía como su cuerpo empezaba a arder y quemarse frente a mi ventana y el olor a carne chamuscada se metía a través de las diminutas rendijas de la ventana e involuntariamente empezaba a salivar y relamerme  pensando en la cantidad de carne que era desperdiciada en medio de esta hambre tan atroz.

El sol quema
El frío congela
La mayoría de los animales están muertos y han desaparecido
Los frutos son tóxicos
El exterior te puede asesinar en un par de segundos
El único refugio es el sotano
hogar, madre y cárcel

Me gusta ver a papá salir de cacería. Yo lo ayudo a ponerse su traje especial, él me llama ‘Mi segunda al mando’, mientras le pongo su casco. Me gusta verlo salir al exterior con su traje, camina lento, parece un buque que se va perdiendo mientras los copos de nieve van devorándolo. Como Joel murió, ahora soy la responsable de mantener el orden mientras mamá le da pecho a Daniela: Juego con Santiago y le leo cuentos que selecciono de la biblioteca a Laura, a veces me queda tiempo para ir a mi rincón y mirar la ventana y la luz asesina caer sobre los campos blancos solitarios, en ocasiones me quedo mirando la pared y las manchas de sangre seca y empiezo a hacer mil conjeturas de cómo pudo haber llegado hasta ahí.

Por la noche vuelve papá, por lo general con la bolsa llena. Siempre lo esperamos ansiosos,  emocionados, tan pronto oímos la puerta abrirse nuestros estómagos empiezan a gruñir. Hambre. Siempre Hambre, voraz, ansiosa, nunca saciada del todo, siempre queda presente como un aguijón punzante y presente, nos mantenemos vivos pero no somos seres humanos, sólo seres vegetantes y hambrientos en un sótano. Papá abre la bolsa, la mayoría de las veces son animales pequeños, ratas, pajarillos, cuando hay suerte un pequeño gato o perro que ha logrado cazar en las cloacas de la ciudad. La mayoría de las veces, los hijos nos abalanzamos primero sobre la comida, no hay tiempo ni  manera de cocinarla, simplemente la agarramos y empezamos a devorarla, con las uñas, con los dientes y nos damos un festín en donde la sangre se nos desliza por la comisura de los labios y no dejamos ni una pluma o una uña de nuestro alimento.

Los últimos días no han sido buenos. Papá cada vez viene con menos comida a la casa, la última noche vino con unos pedazos grandes y negros que cuando los mordimos salía pus, no quisimos preguntar qué era pero igual lo terminamos devorando.  Nos cayó mal. Yo no dejo de ir a la letrina y Laura no hace otra cosa que vomitar todo el día mientras sus ojos se tornan amarillentos. Las jornadas siguientes no fueron mejores, cada vez menos alimento y más hambre. La leche de mamá se torna agría y asquerosa, lo puedo ver en el semblante de Daniela, parece una pequeña momia, un engendro con cara de anciana enferma cuyos chillidos me enloquecen y que mamá intenta apaciguar arrullándola. Ella se despierta todas las noches con gritos incontrolables de hambre, de ansias por leche buena de la teta de mamá y no ese líquido asqueroso que ahora le brota de su pecho, yo la miro y me preguntó si debería ahorcarla hasta que se acabe el sufrimiento y cesen los chillidos, puedo imaginar sus ojos grandes atenazados por mis manos, mientras aprieto con fuerza hasta que su cabeza caiga de lado como si fuera una muñeca, me contentó con pellizcarle con fuerza el brazo para que tenga algún motivo de verdad para llorar.  

Finalmente Daniela amanece muerta. Mamá intenta de manera inútil acercarla a su pecho para que beba un poco de su leche putrefacta pero el cadáver no reacciona y tan solo recibe las gotas de agua que caen de los ojos de su progenitora. Ella la deja en el suelo mientras piensa qué va a hacer con la bebé, cuando Santiago se acerca hasta el cadáver, empieza a acariciarle con suavidad el pelo y pasa un dedo sobre su rostro con cariño, la acerca hacia sí y le da un beso y luego otro, muy pronto los besos dan pasos a lengüetazos desesperados y de repente le da un mordisco que le arranca la carne del pómulo.

Mamá aleja al hijo-carroñero del cadáver de su hermosa bebita muerta a quien acuna contra su pecho mientras repite como un mantra “A mi hija no, a mi hija no”,  Santiago saborea la carne de Daniela como si fuera el más delicioso de los manjares mientras se levanta de manera amenazadora igual que Laura. Yo misma me sorprendo al darme cuenta que estoy de pie, mi boca empieza a salivar y no dejo de imaginarme lo suculenta que debe ser esa carne, no pienso en el futuro ni en las consecuencias solo quiero  que los aguijones en el vientre y los dolores de cabeza cesen.  Antes de que podamos reaccionar, Mamá se pone de pie y sube hasta la entrada de la casa arrojando el cuerpo de su hija al exterior. Regresa con algunas partes de su piel en carne viva y nos abraza mientras lloramos por la hermana muerta y la humanidad perdida.

Papá regresa después de dos días con un poco de comida, no es mucha pero nos sirve para mantenernos en pie. Cuando se enteró de la muerte de su hija, simplemente asintió diciendo ‘ah’ y cambiando de tema casi de inmediato. Me pregunto si desde la muerte de Joel espera que los más débiles o malvados vayan muriendo, si piensa que ahora tiene una boca menos que alimentar o si acaso pasa tanto tiempo en esos parajes baldíos y yermos consiguiendo nuestro alimento que se siente más afín en medio de la nieve perpetua que con nosotros.

La comida vuelve a escasear. Con cada excursión él vuelve con menos alimentos, ya ni siquiera son animales completos, ahora debemos conformarnos con la parte inferior de una rata, un ala de un gorrión, las patas asquerosas y pegajosas de un animal desconocido del que me da miedo preguntar cuál es.  Al final cae enfermo. Está débil y hambriento y eso se refleja en las fuertes fiebres que tiene. Nadie tiene la suficiente fuerza para ponerse el traje y salir al exterior. Todos nos quedamos tirados en el gran sótano, extinguiéndonos cada hora un poco más.

 Cuando estamos a punto de morir, Mamá nos hace arreglarnos. Obliga a papá a levantarse y le da un beso ligero en los labios. Nos da un cuchillo a cada uno.  Coge la biblia, la abre en un sitio que ya tenía seleccionado y empieza a leer:

“Jesús tomó pan, y habiéndolo bendecido, lo partió, y dándoselo a los discípulos, dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.  Y tomando una copa, y habiendo dado gracias, se la dio, diciendo: Bebed todos de ella;  porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados”

Al terminar, deja caer la biblia y dice: Los amo hijos míos…..toma uno de los cuchillos restantes y se lo clava en el vientre. Sin darle tiempo a que sufra más, papá la abraza y la acuchilla muchas veces más, inmediatamente corremos hacía ella mientras las lágrimas se mezclan con la sangre que desgarran  la carne de la persona que más hemos amado.

Plenitud. Nunca había estado tan llena en mi vida. El cuerpo de Mamá es exquisito, no dejo de lamer cada pedazo. Nunca me había sentido tan fuerte. Papá también tiene el mismo efecto pues ha salido de cacería y nos ha prometido que el sacrificio de mamá no será en vano y que no volverá hasta que nos haya conseguido buen alimento sin importar lo que deba hacer para conseguirlo y no sé porque esta última frase me provoca terror a la misma vez que hambre.

 No ignoro que nuevas manchas de sangre han ido a acompañar a las antiguas y no dejo de preguntarme mientras Papá está de excursión si será la sangre de  Laura, Santiago, mi padre o la mia las que irán a acompañar las antiguas y las de mamá






miércoles, 28 de octubre de 2015

Libros leídos (12)- Revival de Stephen King

Título original: Revival
Sello: Plaza y Janés
413 páginas



«Al menos en un sentido nuestras vidas son ciertamente como las
películas. El elenco principal se compone de la familia y los amigos.
Los actores son los vecinos, los compañeros de trabajo, los profesores y los conocidos.
[...]
»Pero a veces entra en nuestra vida una persona que no encaja en ninguna de estas categorías.
[...]
»Cuando pienso en Charles Jacobs -mi quinto en discordia, mi agente del cambio, mi maldición-, se me hace imposible creer que su presencia en mi vida tuvo que ver con el destino.»


Cuando el pequeño Jaime Morton ve una sombra que se alza misteriosa sobre sus soldados de juguete no se imagina que conocerá a un hombre, Pastor para más señas, que lo llevará por los caminos misteriosos y prohibidos de la electricidad y los límites de la vida y la muerte.

Revival es la nueva novela de Stephen King que ha sido publicada en español (en inglés lo más reciente es Finders Keepers, continuación  de Mr Mercedes) y que viene a ser desde Duma Key (para mí, su mejor novela de este siglo) su vuelta al terror en estado puro.

Y no nos engañemos, aunque las obras anteriores no estaban mal, King había dejado un poco el género que lo hizo tan famoso escribiendo sobre otras temáticas como ciencia ficción (22/11/63 y la Cúpula), novela policíaca (Mr Mercedes) y algunas con tinte sobrenatural a pesar de no explayarse con el terror (Dr Sleep y Joyland) y se le extrañaba de vuelta en el territorio en que es rey.

Desde la dedicatoria deja en claro sus intenciones: En ella agradece a escritores como HP Lovecraft, Mary Shelley, Bram Stoker y Peter Straub por ‘haber construido su casa’, y cuya influencia será notable en esta historia donde dioses oscuros,  resurrecciones, vida artificial y aquellas cosas que no deben ser nombradas están a la orden del día.

Sin embargo vale la pena aclarar algo. A diferencia de su hijo Joe Hill quien en su novela Nos4a2 lleva un ritmo frenético y salvaje  buscando  sorprender y asustar en cada página; King sabe manejar mejor los ritmos y es más pausado con su trama. Podríamos decir que ese es uno de los rasgos de las últimas novelas del Maestro, quien se preocupa más por construir un ambiente que por causar susto e inquietud constante en el lector.

Esto se ve reflejado en la historia. En ella seguimos la vida de Jamie Morton desde que tiene seis años hasta los cincuenta casi sesenta, y cómo su camino se cruza constantemente con Charles Jacobs (En un principio Pastor y luego…) con quien comparte sueños, obsesiones, adicciones y pérdidas hasta el frenético final donde sus sendas  se convertirán en una sola.

¿Y el terror? Está presente, sin duda alguna. Cada vez que este par se encuentran uno sabe que algo va a pasar, es una sensación incómoda que se instala en el lector y que va creciendo de a pocos hasta que lo inevitable ocurre. Lo horrible está maravillosamente presentado desde una tragedia terrible pero posible, hasta la osadía de querer transgredir los límites de lo humano.

Quienes son fieles lectores del Maestro saben que su gran talón de Aquiles son sus finales, a veces muy precipitados, otros insatisfactorios, pues bien, en esta novela, podemos ver uno de sus mejores finales (mi favorito sigue siendo el de Cementerio de animales pero este no anda demasiado alejado), donde la desesperanza y el terror son los invitados de honor de este festín.

Encontrarse con Stephen King es como esa cita anual que tenemos con una película de Woody Allen o encontrarse con ese viejo y querido amigo al que por cosas de la vida solo nos encontramos una vez al año. A veces, sus historias nos encantarán, otras no tanto, pero sin duda pasaremos un gran rato y nos preguntaremos dónde había estado metido el resto del tiempo.



No los escucho gritar lo suficientemente alto......